sábado, 22 de marzo de 2014

Ya no siento nada.
Ya no es mi cuerpo la cuna de dolores porque ya no hay dolor, ni huesos rotos ni sentimientos heridos.
Ya no es mi piel algo que desgarro desde dentro hacia fuera, ni que es desgarrada en un arrebato de pasión sexual, ni se agarra a ninguna otra piel.
Ya no son mis palabras llanto y mis versos desesperación, ni siquiera me preocupo de rimar porque no hay mayor dolor que no sentir los dedos con los que escribo ni la tierra manteniendo mi cuerpo.

Mi vida ha dejado de ir en linea recta, curva, salto, ha dejado de ir. Tan solo hay una vida que dudo que me pertenezca, que cae a un vacio sin final, a un vacio que alimenta mis pulmones y una parada en seco para fumarme un pitillo de vez en cuando.

Pero no siento, ni lo siento con arrepentimiento. Tan sólo me limito a disfrutar de mí misma, como una señora puesta de barbitúricos y dejar ese cuerpo que me representa caer.

Mi vida es un guión de Jodorowsky en orgía con Dalí, Peter Witkin y decorado bárroco. Cine mudo en blanco y negro. Mi vida es mi humo, y no hay mayor dolor que cuando ese humo se te ha escapado y no volverá el siguiente humo con aroma a tabaco a dibujar una forma tan perfecta ni parecida a la anterior, hasta que el cigarro se apague y solo quede de mi la colilla.

Esperaré mi decadencia al final de una barra brindando con Chavela, la mala de Blancanieves, la soledad y Dios.

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